
TORONTO — En un Rogers Centre repleto y ensordecido, los Mariners demostraron que octubre no se trata de nombres, sino de nervios de acero. Con el público canadiense rugiendo desde el primer lanzamiento, Seattle golpeó donde más duele, remontando con temple y precisión quirúrgica para vencer 3-1 a los Blue Jays en el Juego 1 de la Serie de Campeonato de la Liga Americana.
La historia la escribieron dos nombres que ya son parte del ADN marino: Cal Raleigh, con un swing de autoridad que empató el juego, y el dominicano Jorge Polanco, que respondió con un par de batazos que silenciaron la multitud y sellaron la remontada.
El golpe de realidad en Toronto
La noche empezó con un rugido: George Springer mandó el primer pitcheo de Bryce Miller a las gradas del derecho. Toronto celebraba como si la serie ya tuviera dueño. Pero ese fue, literalmente, el único momento de brillo local.
Miller —lanzando con apenas tres días de descanso— se recompuso con madurez. Dejó el susto atrás y tiró seis entradas de dos hits, en el que quizás fue su juego más importante como profesional.
Y cuando el as de los Blue Jays, Kevin Gausman, parecía intocable tras retirar a 15 seguidos, el juego cambió con un solo swing. Raleigh le descifró un splitter en conteo lleno y la mandó a 420 pies. A partir de ahí, Toronto se desinfló.
Jorge Polanco: el dominicano del momento
Minutos después del jonrón de Raleigh, llegó la escena que definió la noche. Julio Rodríguez negoció un boleto y avanzó en un lanzamiento descontrolado. Con el marcador 1-1, Jorge Polanco vino al plato con dos outs, y el mánager de Toronto, John Schneider, apostó por el zurdo Brendon Little para “forzar el match-up”. Error costoso.
Polanco, tranquilo, sin aspavientos, conectó una línea de 110 millas por hora al izquierdo para empujar la carrera del 2-1. En la octava, volvió a aparecer con otro imparable productor para el 3-1 final.
El dominicano acumula seis hits en la postemporada, cinco de ellos empujando carreras. Desde el 1.º de septiembre, batea .306 con .951 de OPS, un regreso de élite tras su cirugía de rodilla. Y en palabras del propio Raleigh: “Polanco se ha convertido en el corazón del equipo; lo que toca, cambia el juego.”
El plan de Seattle funcionó a la perfección
Los Mariners retiraron a 23 de los últimos 24 bateadores de Toronto. El bullpen —Speier, Brash y Muñoz— trabajó apenas 24 lanzamientos combinados. Después del maratón de 15 innings ante Detroit, el cuerpo técnico necesitaba una noche así: rápida, limpia y efectiva.
Mientras tanto, el lineup de Toronto, que anotó 34 carreras ante los Yankees, se quedó completamente sin respuestas. Vladimir Guerrero Jr. se fue de 4-0 con tres rodados, y la ofensiva local apenas registró dos hits.
La decisión que cambió el juego
John Schneider sabía que Raleigh era peligroso, pero prefirió lanzarle con Gausman y luego cambiar a un zurdo contra Polanco. Dos errores tácticos que le costaron caro.
Con Gausman en 76 lanzamientos, Seattle aprovechó el cambio de ritmo y atacó sin piedad. Polanco castigó al relevista, y los Mariners se adueñaron del partido. A veces, octubre no perdona los movimientos de libreto: hay que leer el pulso del momento, y Seattle lo hizo mejor.
Este no fue un triunfo casual, fue una declaración. Seattle llegó al norte después de un viaje extenuante, con su bullpen agotado, y aun así lució más disciplinado, más enfocado y más peligroso. La química de Raleigh y Polanco está marcando el pulso ofensivo de los Mariners, mientras el pitcheo sigue dominando la narrativa de octubre.
El dato lo dice todo: Seattle tiene efectividad colectiva de 2.95 en playoffs, la mejor entre los cuatro semifinalistas. Y con Logan Gilbert en el montículo para el Juego 2, los de Dan Wilson tienen la oportunidad real de regresar a casa con la serie 2-0 y el rugido de su fanaticada en el T-Mobile Park.
Los Blue Jays tienen poder, pero Seattle tiene algo que no se entrena: resiliencia. Cada vez que los ponen contra las cuerdas, responden con una serenidad que asombra. Y mientras el público en Toronto salía en silencio, Polanco y Raleigh se abrazaban en el dugout con una sonrisa tranquila, sabiendo que dieron el primer golpe en terreno ajeno.
Seattle no solo ganó un juego: le cambió el tono a la serie. Y si el Juego 1 fue una muestra, Toronto necesitará algo más que ruido para detener a los Mariners.