
El 2025 no pudo comenzar peor para Rafael Devers. En apenas tres juegos, el dominicano ha encendido todas las alarmas dentro del clubhouse de Boston y entre la fanaticada. No solo está en uno de los peores inicios ofensivos que se recuerden en su carrera, sino que además carga con un evidente malestar emocional que parece estar afectando su rendimiento.
Tras sumar 10 ponches en sus primeros tres partidos, Devers rompió un récord negativo en la historia de Grandes Ligas, superando a Greg Luzinski (1974) y Wally Post (1956), quienes tenían 9. El sábado, en la derrota 4-3 ante los Rangers de Texas, se ponchó tres veces más en cuatro turnos, y aunque logró su primera remolcada del año con una base por bolas, el resto del juego mostró a un bateador desconectado, ansioso y desorientado.
Pero este mal inicio va más allá del terreno. Dentro del entorno del equipo, se sabe que Devers no estuvo de acuerdo con el cambio de posición. Luego de ser el titular defendiendo la tercera base, fue movido al rol de bateador designado a tiempo completo tras la llegada de Alex Bregman, quien firmó en febrero un contrato de tres años como tercera base titular.
Aunque públicamente ha mantenido una postura profesional, fuentes cercanas revelan que Devers no está conforme con la decisión. Y es que quitarle la defensa no solo afecta su rutina, sino también su identidad como pelotero. Como si fuera poco, durante los entrenamientos primaverales casi no vio acción, lo que pudo haber afectado aún más su preparación mental y física de cara a la temporada.
Todo esto suma en un contexto complicado. Un jugador de su talla necesita sentirse valorado, activo y en ritmo. Pero hoy se le ve tenso, fuera de timing y visiblemente frustrado en el plato.
¿Es solo una mala racha? Puede ser. ¿Debe preocupar? Claro que sí.
Boston necesita al mejor Devers para competir en la poderosa División Este de la Liga Americana. Por ahora, ni el cuerpo técnico ni la gerencia parecen dispuestos a cambiar su rol, pero si esta situación emocional no se gestiona a tiempo, podría arrastrarse mucho más de lo debido.
En un deporte donde el cuerpo y la mente van de la mano, lo que vive Rafael Devers es un claro ejemplo de cómo lo emocional puede derrumbar incluso a los mejores.
Ahora, todo Boston se pregunta lo mismo: ¿cuánto tiempo más pasará antes de que vuelva el verdadero Devers?
DEPORTES MANIEL