
NUEVA YORK. — Lo que hace unos meses parecía imposible, hoy es una realidad: los Knicks mandan en el Este. En el Madison Square Garden se respiró algo diferente, una energía de equipo que ya no teme a nadie. Y la figura central de esta nueva era tiene nombre caribeño: Karl-Anthony Towns.
Los Knicks volvieron a derrotar a los Boston Celtics, esta vez con marcador de 105-95, y enviaron un mensaje claro al resto de la conferencia: el trono ya no pertenece al campeón de la temporada pasada. La historia cambió desde aquella remontada épica en los playoffs, cuando Nueva York eliminó a Boston en seis juegos y dejó a los verdes sin rumbo. Desde entonces, todo es distinto.
El partido de este viernes fue una demostración de carácter. Sin Mitchell Robinson, los Knicks ganaron la batalla más dura: la de las posesiones. Capturaron 21 rebotes ofensivos y dominaron los tableros con una agresividad que desarmó por completo a Boston. En un duelo de baja efectividad ofensiva, esos segundos intentos fueron oro puro.
Y aunque el trabajo sucio no siempre brilla en los titulares, Josh Hart volvió a ser el alma invisible del equipo. En apenas 19 minutos, tomó 14 rebotes (6 ofensivos) y encendió la energía de los suyos cada vez que el balón parecía perdido. “Un monstruo, una bestia”, lo describió el entrenador Mike Brown tras el encuentro. “Lo que hace no se mide en puntos, se mide en impacto.”
Pero la noche también fue de Karl-Anthony Towns, que asumió el rol de eje ofensivo y cambió la forma en que los Knicks atacan. Desde el poste alto, el dominicano fue la conexión perfecta entre el perímetro y la pintura, distribuyendo el juego con visión y precisión. “Towns puede hacer de todo, leer, pasar o castigar desde el triple. Es un jugador que cambia la ecuación”, dijo Jalen Brunson, que volvió a liderar la ofensiva en los momentos claves.
Towns firmó una actuación completa, moviendo la ofensiva al estilo Domantas Sabonis, pero con rango de tres puntos. En varias jugadas, fue el iniciador de los cortes y las pantallas que abrieron tiros limpios para OG Anunoby y Tyler Kolek, en una versión de los Knicks mucho más fluida, moderna y difícil de defender.
Los Celtics, en cambio, lucieron irreconocibles. Sin Jayson Tatum, lesionado desde aquella fatídica semifinal, el equipo perdió la intensidad interior que los caracterizaba. Sus intentos de dominar desde el perímetro no fueron suficientes, y el desequilibrio en los tableros (60% de rebotes para Nueva York) terminó pasándoles factura.
“Esto ya no es una casualidad”, comentó un periodista local en el Garden. “Los Knicks pasaron de ser una sorpresa a ser una potencia”.
Con récord de 2-0 y una identidad bien definida, el conjunto neoyorquino arranca la temporada como un candidato legítimo. La llegada de Towns, la energía de Hart y el liderazgo de Brunson están transformando a los Knicks en algo más que un equipo competitivo: en un contendiente real.
En la ciudad que nunca duerme, el baloncesto volvió a tener dueño. Y se llama New York Knicks.
DEPORTES MANIEL